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#251 Tratando con las Dudas

December 24, 2013
Q

Dr. Craig,

¿Cuál es su mejor consejo para vencer las dudas del estilo “¿qué si […]?”? Me encuentro que esta es mi mayor lucha. Encuentro un argumento convincente y luego me pregunto, “¿pero que si […]?” Esto constantemente me envía de regreso al principio. Sé que esto se debe parcialmente a mi temor de rendirme al cristianismo y luego estar equivocada. No se trata de orgullo. Yo simplemente estaría devastada. He experimentado eso anteriormente cuando mi fue sacudida. Nadie va a llegar a una conclusión si esa persona se continúa preguntando “¿qué si […]?” Yo sé eso. De modo que ¿cómo venzo eso? Parecería algo tan sencillo para algunos, simplemente detenerse y preguntar ¿qué si […]? Sin embargo, las personas que han experimentado un agarre de miedo saben que es mucho más difícil de lo que aparenta. Por lo tanto, para las personas como yo que sufrimos del “¿qué si […]?” síndrome, ¿qué es lo próximo que podemos hacer?

Amanda

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Dr. Craig

Dr. craig’s response


A [

En ocasión, me gusta invitar a un erudito para responder a una pregunta con la cual él ha trabajado. Recientemente Michael Liconia estuvo en mi clase “Defenders” [Defensores] hablando sobre el tema de la Duda, y por eso, Amanda, le pedí a Michael que respondiera tu pregunta. ¡Creo que vas a encontrar que tú y él se parecen mucho! Su respuesta a tu pregunta está a continuación:

¡Ciertamente me puedo identificar con esta dudadora! Una de mis idiosincrasias es que soy uno de una crítica perpetua posterior. Parece que yo cuestiono casi todo. No quiero tomar una mala decisión, hasta en asuntos de muy poca importancia. De modo que no tiene sentido que con frecuencia tenga dudas relacionadas a las decisiones en asuntos significativos. No es un ejercicio intencional. De hecho, es completamente frustrante para mí. Pero es la forma que fui creado.

Como resultado, muchas veces he dudado mi fe cristiana. A veces hasta el punto de casi alejarme de ella. Me he preguntado, ¿Se me ha lavado el cerebro? ¿No puedo pensar de una manera objetiva porque me criaron para que crea? ¿Qué si yo estoy equivocado?” Tengo la paz que Pablo describe como una confirmación interna del Espíritu de Dios de que le pertenezco a Cristo (Romanos 8:16). Pero los mormones también afirman tener una paz confirmadora de Dios, como también los seguidores de otras religiones. Seguro, todos no podemos tener la razón, ya que muchas religiones se contradicen. Por lo tanto, ¿cómo podemos saber si mi paz viene verdaderamente de Dios? Esa es una pregunta difícil. Y para ser honesto, todavía no sé la respuesta a esa pregunta.

Afortunadamente, cuando comencé a tener dudas en la década de 1980, un profesor de filosofía entendió donde yo me encontraba porque él, por igual, había luchado con las dudas. No tuve a Gary Habermas en una clase en la Universidad Liberty, ya que él enseñaba en la facultad de filosofía, mientras que mi trabajo de postgrado fue en el campo de Estudios del Nuevo Testamento. Pero Habermas me ayudó en gran manera a entender la duda y de cómo lidiar con ella En lo que sigue, combino algunos de los pensamientos de Habermas con los míos. Les tengo buenas noticias para ustedes que están luchando con la duda: Ustedes pueden tener ser exitosos cuando tratan con la duda al tomar cuatro acciones claves:

Acción # 1: Reconozcan que dudar es normal. Abraham se reunió con Dios quien le informó que iba a tener un hijo de quien surgiría una nación poderosa. Aún así, cuando la vida de Abraham se encontraba en peligro, él mintió para salvarse, a pesar de saber que la promesa de Dios de un hijo aun no se había cumplido (Génesis 12). Alguien pensaría que él había confiado en Dios para salvarle. Pero, él mintió y Dios terminó interviniendo para regresarle la esposa, Sara, a Abraham, quien había sido tomada como consecuencia de su mentira. Adelantémoslo 8 capítulos más adelante cuando Abraham se encuentran en la misma situación. Pero esta vez, él sabía que podía confiar en Dios para que le protegiera sin tener la necesidad de tomar esta situación en sus propias manos y mentir. Bueno, esa no es la manera que sigue la historia. Abraham, una vez más, dudó de la promesa de Dios y repitió su error. Él le mintió al rey quien, como el Faraón antes, tomó a Sara en su harén y Dios, una vez más, tuvo que intervenir (Génesis 20). Sin embargo, Abraham continuó su vida y se convirtió en un hombre de gran fe y Abraham forma parte de la lista que tiene la Biblia del Salón de la Fama de la Fe (Hebreos 11).

Juan el Bautista era primo de Jesús. Ambos habían nacido de circunstancias milagrosas. Juan luego bautizaría a Jesús, vería al Espíritu Santo descender sobre Él y escucharía la voz celestial que afirmó Su estado. Luego Juan fue encarcelado y en ese periodo, él envió algunos de sus discípulos a preguntarle a Jesús de si Él realmente era el Mesías o de si ellos debían esperar a alguien más. ¿Qué? ¿Cómo podría Juan hacer tal pregunta, ya que él había escuchado los relatos de los nacimientos milagrosos de él y de Jesús y había presenciado las señales divinas cuando él bautizó a Jesús? El sentimiento de Juan de estar abandonado mientras estaba en la cárcel le trajo dudas emocionales. Él conocía la evidencia. Pero la vida no estaba saliendo de la manera que él había esperado. De hecho, más bien la vida no era agradable en ese momento. Jesús sabía eso. Él les dijo a los discípulos de Juan que regresaran a Juan y le reportaran los milagros que le habían visto realizar, milagros que se esperaban del Mesías (Véase Los Manuscritos del Mar Muerto 4Q521; Isaías 61:1-2; Lucas 4:16-21). Después que los discípulos se fueron, Jesús se volvió a la multitud. Todos los ojos estaban puestos en Él. ¿Qué iba Jesús a decir a las personas que acababan de darse cuenta de que su líder ahora estaba experimentado dudas?

¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? Los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están.Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta, porque éste es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino delante de ti.” De cierto os digo que entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista. (Mateo 11:17-11; Lucas 7:24-28).

Notemos que Jesús no reprendió a Juan por dudar. Más bien, Él proporcionó evidencia, le animó y le complementó, diciendo que no había nadie mayor entre todos, mientras estaba consciente de que Juan estaba luchando con la duda.

Si Abraham y Juan el Bautista pudieron experimentar las dudas mientras disfrutaban del favor de Dios, entonces parece que Dios entiende nuestra composición emocional y es paciente con nosotros. Muchos cristianos nunca han pasado por duda. Sin embargo, para aquellos que sí pasamos, es un consuelo saber que tenemos buena compañía de otros, entre ellos Abraham y Juan el Bautista. ¡Los que dudamos no somos ciudadanos de segunda clase en el reino de Dios!

¡Pero mi hermano! Eso podría funcionar para aquellos que escucharon a Dios y quienes vieron los milagros de Jesús. Pero no es de mucha ayuda para mí, ya que no vi Sus milagros”. Entiendo. Todo lo que he dicho hasta aquí es la primera acción en lidiar con la duda: Reconozcan que la duda es normal.

Acción # 2: Reconozcan que existen buenas evidencias que apoyan la verdad del cristianismo. A pesar de que no podemos entrar en una maquina de tiempo, viajar en el tiempo y atestiguar los milagros de Jesús, tenemos fuerte evidencia histórica de que el mayor de Sus milagros realmente ocurrió: Su resurrección. Gary Habermas sabe más que cualquier otra persona sobre ese tema. Uno podría decir, “entre esas personas que nacieron de una mujer, nadie tiene más conocimiento de la evidencia de la resurrección de Jesús que Gary Habermas”.

Ahora bien, si Jesús resucitó de entre los muertos, el cristianismo es realmente verdadero. “Pero,” podrías pensar, “Su resurrección se reporta en la Biblia. ¿Cómo podemos saber que la Biblia es verdadera? ¿Debo yo simplemente aceptarlo puramente por fe?” Durante esa primera visita con el profesor Habermas, él me dio un tour breve de las evidencias históricas que existen para la resurrección de Jesús. Estuve consolado de saber que existieran esas evidencias. Pero, ciertamente, el caso no era perfecto. Las evidencias no me daban 100 por ciento de certidumbre. Eso no perturbó a Habermas. La ciencia tampoco puede proporcionar ese grado de certeza. La investigación científica e histórica sólo puede llevarnos tan lejos. Debemos buscar la mejor explicación de los datos disponibles y conformarnos con la certeza razonable o adecuada, de la misma manera que lo hacemos con las otras decisiones mayores de la vida. Lo demás es fe y eso es verdad de cualquier cosmovisión, ya sea cristiana, judía, musulmana, hindú, budista, o atea. Sin embargo, la resurrección de Jesús no tiene comparación en términos de las fuertes evidencias para confirmar cualquier otra cosmovisión.

Acción # 3: Reconozcan que la certeza absoluta es una expectativa irracional. Algunos viven por fe sin alguna vez dudar. Eso es maravilloso. Pero algunos de nosotros estamos “alambrados” o creados de una forma que somos incapaces de eso. Unos años atrás, tuve uno de esos momentos de “ajá” (de comprensión) que ha cambiado mi vida. Me di cuenta de que mi fe es simplemente una de muchas cosas que cuestiono. Dudo de muchas decisiones después que las hago. Esta es una idiosincrasia que he poseído desde mi niñez y odio eso. No estamos hablando nada más de las decisiones importantes, como con quien casarme. A veces me encuentro reconsiderando, reconsiderando y reconsiderando decisiones que no son importantes, como los artículos que he comprado: un reloj, un auto, una botella de perfume. Sólo este reconocimiento ha sido una tremenda ayuda para mí en mi entendimiento del por qué yo dudo: Es la forma que estoy “alambrado” (o creado). Para mí, la certeza absoluta es una expectativa irracional. Por lo tanto, estoy aprendiendo a vivir contentamente con una certeza razonable.

Acción # 4: Reconozcan que la fe o que estar sin duda es más que un sentimiento. Es un compromiso. Una vez un hombre vino a Jesús y le preguntó que sanara a su hijo que estaba poseído por demonios. Él creyó (después de todo, él vino a Jesús para pedir ayuda) pero le pidió a Jesús que le ayudara con su incredulidad (Marcos 9:24). Él estaba confiando en Jesús para que curara a su hijo. Pedro caminó sobre el agua y comenzó a hundirse cuando tuvo temor por las olas y dudó (Mateo 14:28-31). Aún así, fue Pedro quien salió de la barca mientras que los demás miraban desde adentro. Para el seguidor de Cristo, la fe es encomendarse a sí mismo únicamente a Cristo para la salvación. No hay una estrategia de precaución para ser también musulmán o hindú. Ser seguidor de Cristo significa que cuando confronto una decisión moral, escojo la ruta que enseñó Jesús. Sé que yo podría tomar la otra ruta si Cristo no hubiese resucitado. Pero obedezco a Jesús porque le creo. Aun podría tener persistentes dudas, pero la fe que tengo triunfa y determina mi comportamiento en la vida de fe. Como escribió el hermano de Jesús, “Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18).

En resumen, aquí están las cuatro acciones para lidiar con la duda:

Reconozcan que dudar es normal.

Reconozcan que existen buenas evidencias que apoyan la verdad del cristianismo.

Reconozcan que la certeza absoluta es una expectativa irracional.

Reconozcan que la fe o que estar sin duda es más que un sentimiento. Es un compromiso.

Para ver más acerca de cómo lidiar con la duda, los lectores podrían beneficiarse en gran manera del libro de Gary Habermas (es gratis en el Internet) titulado “The Thomas Factor: Using Your Doubts to Draw Closer to God [El Factor de Tomás: Usando Tus Dudas Para Acercarte A Dios]”.

Para un case histórico exhaustivo a favor de la resurrección de Jesús, véase mi reciente libro “The Resurrection of Jesus: A New Historiographical Approach [La Resurrección de Jesús: Un Enfoque Historiográfico Nuevo].

— Michael Licona

- William Lane Craig