back
05 / 06
bird bird

#429 La Corte Suprema Estadounidense Re-define el Matrimonio

March 13, 2015
Q

Hola Dr. Craig,

Con respecto a la reciente decisión de la Corte Suprema estadounidense sobre el matrimonio entre las personas del mismo sexo, he leído otra vez algunas de las preguntas y respuestas en esta página web que tienen que ver con la homosexualidad. En una pregunta que trataba con la conexión entre el matrimonio interracial y el matrimonio homosexual, usted dijo que en lo que trata con el matrimonio homosexual: “una vez que comencemos a irnos por ese rumbo, cualquier cosa es permisible: un hombre con dos mujeres, un hombre con un niño, dos hombres con una cabra, etc. No veo ningún motivo para que comencemos a irnos por ese rumbo”. Mi pregunta es la siguiente: ¿Esta declaración constituye una falacia de la pendiente resbaladiza? Mi preocupación es que los no creyentes irán a descartarla con facilidad.

Gracias,

R. C.

  • United States

Dr. Craig

Dr. craig’s response


A [

R.C., voy a utilizar tu pregunta como una excusa para abordar la trágica y errónea decisión que hizo la Corte Suprema estadounidense de re-definir el matrimonio en el caso de Obergefell versus Hodges.

Necesitamos tener un claro entendimiento de que eso es exactamente lo que la Corte Suprema hizo. Al decretar que las uniones de parejas del mismo sexo puedan contar como matrimonio, la Corte ha redefinido de una manera implícita lo que es el matrimonio. El matrimonio ya no se considera ser esencialmente heterosexual, de la manera que se concebía tradicionalmente, sino que ha sido redefinido implícitamente para que hombres se puedan casar con otros hombres y las mujeres con otras mujeres.

El dictamen mayoritario de la Corte, escrito por Anthony Kennedy, demuestra una conciencia clara de lo que la Corte está haciendo. Refiriéndose a la visión tradicional, Kennedy escribe: “El matrimonio, en la opinión de ellos, es por su naturaleza una unión diferenciada por el género de un hombre y una mujer. Ese punto de vista se ha mantenido por mucho tiempo—y continúa siendo mantenido—en buena fe por personas razonables y sinceras aquí [en los Estados Unidos] y en todo el mundo” (las letras cursivas son hechas por mí para hacer énfasis). Esta es la visión que la mayoría en la Corte Suprema declara ser ahora obsoleta.

Lo que es irónico acerca del dictamen de Kennedy es que él elogia elocuentemente el matrimonio como algo fundamental para la sociedad estadounidense y para la propia civilización. Él escribe,

Desde su principio hasta la página más reciente, los anales de la historia de los seres humanos han revelado la importancia trascendente del matrimonio. La unión para toda la vida de un hombre y una mujer siempre ha prometido nobleza y dignidad para todas las personas, sin importar la posición que ellos tengan en la vida. El matrimonio es sagrado para aquellas personas que viven por sus creencias religiosas [literalmente “por sus religiones”] y ofrece una realización única para aquellos que encuentran significado en la esfera secular. Su dinámica permite que dos personas encuentren una vida que no se pudiera encontrar como soltero, ya que un matrimonio se convierte más grande que simplemente las dos personas. Surgiendo de las necesidades más básicas de los seres humanos, el matrimonio es esencial para nuestras más profundas esperanzas y aspiraciones.

La centralidad del matrimonio para la condición humana hace que sea poco sorprendente el que esa institución haya existido por milenios y por todas las civilizaciones. Desde el principio de la historia, el matrimonio ha transformado a personas extrañas en familiares, juntando familias y sociedades. [Traducción libre]

Una persona pensaría que esto proporciona una buena razón para conservar el concepto tradicional del matrimonio, ¡en vez de redefinirlo de una manera tan radical! Al contrario, la Corte arrojó la precaución al viento y decidió revisar esta institución cultural fundamental.

En la visión de la Corte, el matrimonio ya no debería ser considerado tener una esencia o naturaleza sino una convención social, de hecho, lo que sea que la Corte declare ser. El dictamen mayoritario justifica ese movimiento al señalar cómo el matrimonio ha evolucionado. Por ejemplo, una vez el matrimonio se consideraba ser “un arreglo hecho por los padres de la pareja” pero ya eso no es así hoy en día. Sin embargo, esos ejemplos tienen que ver solamente con las propiedades contingentes del matrimonio, no con su naturaleza o esencia (de hecho, los matrimonios arreglados todavía son comunes en algunas partes del mundo hoy en día). Esos cambios contingentes no proporcionan ninguna base para el cambio fundamental y esencial causado por la Corte.

Al redefinir el matrimonio, la Corte ha otorgado a los activistas homosexuales lo que ellos han tenido como objetivo y por lo que ellos han trabajado: la deconstrucción del propio matrimonio. Kennedy admite, “Si el propósito de ellos era de degradar la idea y la realidad reverenciada del matrimonio, las demandas de los peticionarios sería de una orden diferente. Pero ese no es ni el propósito de ellos ni su sometimiento”. ¿Cómo sabe Kennedy cuál es el propósito de ellos y por qué debería eso importar? A pesar de que el dictamen mayoritario de la Corte exhibe el problema presentado ante la Corte como los peticionarios buscando los beneficios del matrimonio, dicha interpretación es ilusa. Las encuestas demuestran que la promiscuidad corre incontrolable en la subcultura gay [homosexual], de manera que el número de hombres homosexuales que están en relaciones duraderas y monógamas es tan pequeño que se considera ser estadísticamente insignificante. Eso no se trata del llamado “matrimonio gay”. Los peticionarios son piezas de ajedrez en mano de un movimiento decidido a cambiar fundamentalmente la cultura estadounidense al “desconstruir” el matrimonio tradicional. La Suprema Corte les ha entregado el jaque mate.

¿Sobre qué bases la Corte ha hecho esto? El dictamen mayoritario proporciona cuatro razones de por qué el derecho constitucional de casarse debería ser extendido a las parejas del mismo sexo. Una persona puede mirar esos cuatro argumentos desde dos ángulos: (i) como una justificación filosófica para redefinir el matrimonio de una manera que incluya las parejas del mismo sexo o (ii) como bases constitucionales para un derecho implícito para que las parejas del mismo sexo se casen. El primer ángulo es una pregunta filosófica; el segundo es una pregunta jurídica.

La mayor parte del dictamen mayoritario, y en especial el dictamen de varios de los disidentes de los otros jueces, tiene que ver con la pregunta jurídica y no con la pregunta filosófica. Como la minoría de la Corte insta, no se encuentra dentro del alcance de la Corte de definir el matrimonio sino de establecer la pregunta constitucional de si o no existe un derecho implícito para el matrimonio de las personas del mismo sexo en la Constitución de los Estados Unidos. Los dictámenes disidentes son críticas despiadadas de la mayoría con respecto a esta pregunta constitucional.

Para justificar un derecho que no está enumerado en la Constitución o en la Carta de Derechos, la Corte debe actuar con cuidado y encontrar una justificación profundamente arraigada en la historia y en la tradición de los Estados Unidos. El juez Alito observa,

Para impedir que cuatro jueces no elegidos impongan su visión personal de la libertad sobre las personas estadounidenses, la Corte ha sostenido que la “libertad” bajo la Cláusula de Debido Proceso se debe entender para proteger solamente esos derechos que están “arraigados profundamente en la historia y tradición de esta Nación” […] Y está mucho más allá de cualquier disputa de que el matrimonio de las personas del mismo sexo no se encuentra entre esos derechos”.

El Juez John Roberts resumió la pregunta constitucional diciendo,

La verdad es que la decisión de hoy descansa en nada más que en la propia convicción de la mayoría de que a las parejas del mismo sexo se les debería permitir casarse porque ellos quieren hacerlo y que ‘negarles este derecho menospreciaría sus elecciones y disminuiría su valor como persona’. Cualquier fuerza que esa creencia pudiera tener como un asunto de filosofía moral, ella no tiene […] base en la Constitución […]

Si tú estás entre muchos de los estadounidenses—de cualquier orientación sexual—quien está a favor de expandir el matrimonio del mismo sexo, por todos los medios celebren esta decisión […] Pero no celebren la Constitución. Esto no tiene nada que ver con ella.

Voy a dejar la pregunta constitucional para que otros la respondan. A diferencia de los jueces, como filósofo yo estoy interesado en la pregunta filosófica de si o no el matrimonio debería ser redefinido para que incluya las uniones de personas del mismo sexo. Entonces, de esta forma me gustaría considerar los cuatro argumentos ofrecidos por el dictamen mayoritario.

En resumen, aquí están las cuatro razones que la Corte da para extenderles el derecho Constitucional de casarse a las parejas del mismo sexo:

1. El derecho a la elección personal relacionado con el matrimonio está inherente en el concepto de autonomía individual.

2. El derecho a matrimonio es fundamental, ya que apoya una unión de dos personas, a diferencia de cualquier otra, en su importancia para individuos comprometidos.

3. El matrimonio protege a niños y familias y, por lo tanto, extrae significado de los derechos relacionados de la crianza, procreación y educación de los niños.

4. El matrimonio es fundamental para el orden social de la nación y no hay diferencia entre parejas del mismo sexo y parejas del sexo opuesto con lo que trata con este principio.

La mayoría de esas razones o no apoya el matrimonio de las personas del mismo sexo o, para comenzar, comete una petición de principio al suponer que el matrimonio es una mera convención o arreglo social.

Tomemos la razón (1) por ejemplo. Por supuesto, todas las personas tienen un derecho constitucional prima facie para casarse si así lo desean. Cualquier hombre puede casarse con cualquier mujer, sin importar cuál sea su orientación sexual. Pero lo que impide que un hombre se case con otro hombre es la misma cosa que impide que un soltero sea casado o que los padres sean personas sin hijos o que un cuadrado sea un círculo. El obstáculo no es jurídico sino lógico. Solamente después que uno haya redefinido el matrimonio para que sea una convención social, la razón (1) puede proporcionar una razón para permitir los matrimonios entre las personas del mismo sexo. Ella no puede proporcionar una razón para esa deconstrucción.

Lo mismo sucede con la razón (2). De hecho, como se observa anteriormente, esta razón realmente proporciona bases para no juguetear con la definición del matrimonio.

La razón (3) es trágicamente irónica, ya que existen estudios que demuestran que los niños criados por parejas del mismo sexo tienen significativamente menos ventajas en comparación con los niños que son criados por una madre y un padre. De hecho, uno de los desarrollos más interesantes en el debate del matrimonio del mismo sexo ha sido el surgimiento de jóvenes (ya adultos), hijos de parejas del mismo sexo, quienes ahora están hablando a favor de la preservación del matrimonio tradicional debido a las dificultades que ellos han experimentado como resultado de haber sido criados por parejas del mismo sexo. Ellos han discutido, poderosamente, que los derechos de los niños están siendo sacrificados sobre el altar de las reclamaciones que hacen los adultos para la libertad y autonomía personal.

Por último, en cuanto a la razón (4), es verdad que las parejas casadas sí disfrutan de algunas ventajas (por ejemplo de hacer reclamos de los impuestos sobre la renta en conjunto), las cuales no disfrutan las personas solteras. Pero eso no proporciona ninguna razón para redefinir lo que es el matrimonio o para permitir que hombres se casen con hombres. En sus informes o disidentes, algunos de los jueces observaron con mucha preocupación que el razonamiento utilizado por la mayoría de los jueces no se aplicaría meramente a parejas del mismo sexo sino a todas las clases de uniones aberrantes. John Roberts escribe, “Es sorprendente que la mayor parte del razonamiento de la mayoría se pudiera aplicar con igual fuerza a la reclamación de un derecho fundamental para un matrimonio plural”. Él observa que “Aunque la mayoría inserta el adjetivo “dos” al azar en varios lugares, esto no ofrece ninguna razón de por qué el elemento “dos personas” que se encuentra en el núcleo de la definición del matrimonio pudiera ser preservado mientras el elemento “un hombre y una mujer” no. De hecho,

¿por qué habría menos dignidad en el vínculo entre tres personas quienes, ejercitando su autonomía, buscan hacer la profunda decisión de casarse? Si una pareja del mismo sexo tiene el derecho constitucional de casarse debido a que sus hijos ‘sufrirían el estigma de saber que sus familiares, de alguna manera, son inferiores’, ¿Por qué no iría a aplicar el mismo razonamiento a una familia de tres o más personas que estén criando hijos? Si el no tener la oportunidad de casarse ‘sirve para irrespetar y subordinar’ a parejas homosexuales y lesbianas, ¿Por qué la misma ‘imposición de esta desventaja’ no iría a servir para irrespetar y subordinar a las personas quienes encuentran una realización en las relaciones polígamas?

Este no es un razonamiento de la pendiente resbaladiza. Más bien, esto es más parecido a “caerse de un precipicio”. Al “deconstruir” el matrimonio para que sea puramente convencional y dependiente en el dictamen (opinión) de los cinco jueces, la Corte hace que el matrimonio se convierta en cualquier cosa que ellos quieran.

Aun así, la Corte ha decidido la pregunta constitucional a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Los Estados Unidos ahora ha pasado un punto de inflexión cultural y me temo que no hay vuelta atrás. Así como Roe versus Wade legalizó, por decreto judicial, el homicidio contra los bebés in utero, también ahora Obergefell versus Hodges ha “deconstruido” la institución fundamental de la sociedad estadounidense. Mi cabeza da vuelta. Es como una pesadilla de la cual uno quisiera despertar. Yo ya no vivo en el mismo país en el que crecí. Siento una tremenda tristeza al darme cuenta de esa realidad.

Entonces, ¿Hacia dónde podemos ir desde aquí? En particular, ¿Cómo deberían los cristianos, quienes creen en el matrimonio tradicional, actuar en este mundo bravo y nuevo? Hay dos cosas que me llegan a la mente.

En primer lugar, los cristianos deben resolver de ser absolutamente contra-culturales. Así como Roe versus Wade antes de esto, Obergefell versus Hodges hace resonancia del decline de la cultura estadounidense hacia una degradación moral. (¡Uno solo puede imaginarse lo vindicado que se debe sentir el mundo musulmán en luz de esta decisión en relación a la condenación que ellos sienten hacia la cultura estadounidense!) Con esa decisión, la presión para conformarse a la cultura popular, a la academia, al mundo de negocio y hasta a la iglesia se va a hacer más intensa. Las personas que rehúsen conformarse a la nueva ortodoxia serán denigradas y expulsadas. Mi temor es que la próxima generación de cristianos no tendrá la fortaleza para resistir esos tipos de presión y se va acomodar al matrimonio homosexual. Yo ya escucho a cristianos decir que la actividad homosexual no es inmoral si está dentro de los confines del matrimonio, una visión que hubiese sido inimaginable para los judíos del primer siglo como Jesús de Nazaret. Así como los cristianos primitivos estaban dispuestos a tomar una postura contra la cultura corrupta pagana del imperio romano, también los cristianos de hoy deben atreverse a ser diferente y a vivir de una manera contra-cultural.

Eso implica un activismo cristiano. Después de la decisión de la Corte Suprema, recibí una carta circular del presidente de la denominación en la cual estoy ordenado. Él observaba que nosotros los evangélicos intentamos elegir un Presidente que tratara con el problema y eso no funcionó. Tratamos de elegir senadores y representantes que trataran con el problema y eso no funcionó. Intentamos presentar nuestro caso en las cortes y eso no funcionó. Su conclusión era de que todas esas cosas representan “armaduras de Saúl” que no nos servían. ¿Cuál es su solución? ¡La oración y la prédica de la Palabra! El sínico en mí está tentado a decir, “¡ya intentamos eso y no funcionó!” ¿Son ellas también armaduras de Saúl? ¡Por supuesto que no! Pero a medida que debemos continuar orando y predicando, también los cristianos no deben abandonar el proceso político, sino que deben ver este contratiempo como un llamado a un compromiso más profundo en el proceso.

En su reporte de disidente, el Juez Scalia observó que “ni un solo cristiano evangélico (un grupo compuesto de más o menos un cuarto de los estadounidenses), ni incluso un protestante de alguna denominación” está sentado en la Corte. Ese hecho es una acusación dolorosa de la iglesia evangélica. No hemos puesto ante nuestros jóvenes la visión de servirle a Dios buscando tener una carrera como juez. Estamos cosechando el torbellino de nuestra propia pasividad y nuestra falta de compromiso. Ahora no es el tiempo de retirarnos al santuario de nuestras iglesias e instituciones (lo cual, en la opinión de los jueces disidentes, se pondrá más y más en amenaza como consecuencia de esta decisión), sino de involucrarnos en esas instituciones públicas que tanto moldean la cultura en la cual vivimos.

En segundo lugar, los cristianos deberían continuar con sus esfuerzos de evangelizar a los estadounidenses. Con razón se ha dicho que los Estados Unidos es una nación donde las personas son tan religiosas como las personas en la India, pero donde su gobierno es tan secular como el gobierno de Suecia. Debido a la separación de la Iglesia y el Estado en los Estados Unidos (una garantía constitucional que cada día se hace más preciosa), no necesitamos apoyo de gobierno para que la iglesia cristiana sea dinámica y floreciente. Un avivamiento puede venir a este país incluso si sus instituciones gubernamentales se vayan al infierno.

Una encuesta hecha por la organización Pew acerca de la afiliación religiosa demuestra que mientras la corriente principal de las denominaciones protestantes y católicas se encuentra en decadencia, presentada como un porcentaje de la población estadounidense, la iglesia evangélica se mantiene firme y en realidad está creciendo en término de números absolutos.

Para una corrección de la visión de que los Estados Unidos cada día más se hace más irreligioso, recomiendo los videos de la reciente conferencia celebrada en Baylor University sobre “The End of Religion? An Essential Corrective to the Secularization Myth” [¿El Fin de la Religion? Una Corrección Esencial para el Mito de la Secularización]: https://www.youtube.com/playlist?list=PL0JmtbsEea3iZ6GLoOIsEHrKZUKiZ5J7Z

En esa conferencia, el Prof. Gordon Melton hizo notar la sorprendente estadística de que fue solamente durante el tiempo de la Segunda Guerra Mundial que tanto como el 50% de los estadounidenses eran miembros de iglesias y ese porcentaje ha continuado aumentando hasta hoy, donde un 78% de los estadounidenses son miembros de iglesias, una cifra que él dice no tener precedente entre las personas libres en la historia del mundo. Obviamente, muchas de esas personas son meramente cristianos nominales. Aún así, esto proporciona la base para un avivamiento para vivir la fe en este país.

Pienso que todavía no hemos visto el impacto cultural de la revolución en la filosofía cristiana que ha estado tomando lugar, más o menos, en la pasada mitad del siglo. Me da un tremendo ánimo de ver todas las cartas que recibo de las personas que han venido a la fe o que han regresado a la fe a través del medio de la apologética. Permanezco optimista acerca del futuro y estoy determinado a hacer todo lo que pueda por medio del ministerio Reasonable Faith para ayudar a traer el avivamiento de la iglesia y la evangelización de los estadounidenses.

- William Lane Craig